- Ha sido utilizado como el lugar ideal para realizar diversas ceremonias y pedir buenas cosechas en las lagunas del Sol y de la Luna.
Reporte/Escarlata
Toluca, Edoméx.- 28 de diciembre del 2018- Desde tiempos prehispánicos, el volcán Xinantécatl
se ha convertido en un territorio ideal para el encuentro con la vida, la
naturaleza y lo divino, para los pueblos originarios del Valle de Toluca, así
lo destaca el Consejo Estatal para el Desarrollo Integral de los Pueblos
Indígenas del Estado de México (CEDIPIEM).
Su nombre
es referido dentro del Códice Xólotl, una pictografía de la época 1542-1546
d.C., en donde se le presenta como un cerro con nueve puntos denominado
Chicnauhtécatl, de ahí que una primera traducción náhuatl de su significado sea
“el de los nueve cerros”.
Este
nombre náhuatl de la montaña tiene que ver con la interpretación del cosmos
para los pueblos originarios, ya que para los antiguos pobladores del Valle de
Toluca, el inframundo constaba de nueve lugares o niveles y estaba regido por
Tláloc, Dios del agua.
De este
mundo provenía la lluvia y la fertilidad de la tierra para la agricultura, pero
también las tormentas de granizo capaces de destruir las cosechas. El
inframundo, el lugar al que descendían las almas de los muertos, quienes,
después de pasar por nueve lugares de difícil tránsito, podían por fin llegar
al Mictlan.
Curiosamente
uno de esos lugares que tenía que sortear el alma de los muertos era el río Chicnahuapan
(en náhuatl: nueve aguas o nueve manantiales), tal como se le denominaba al Río
Lerma, que nace al oriente del Nevado de Toluca.
De
acuerdo con varios estudios, el Chicnauhtécatl, «el habitante de los nueve», sería
entonces uno de los nombres del Dios Tláloc personificado del Nevado Toluca,
así como sucedía con otras montañas de México, como es el caso del
Popocatépetl.
El
topónimo oficial Xinantécatl se registra desde 1854 en la Estadística del
Departamento de México, incluida en los Anales del Ministerio de Fomento, y
proviene del matlazinco Tzinantécalelly y del náhuatl Xinantécatl, que
significa, en ambos casos, “hombre desnudo”.
Según la
información oficial del CEDIPIEM, para los primeros pobladores de esta región,
el volcán fue sido utilizado como el lugar ideal para realizar diversas
ceremonias y pedir buenas cosechas, cuyos vestigios se han encontrado en las
lagunas del Sol y de la Luna que se encuentran en el cráter de la montaña.
Realizaban
ofrendas consistentes en conos y esferas de copal, artefactos ceremoniales de
madera, púas de maguey, puntas de proyectil de obsidiana, vasijas y objetos de
cestería, entre otros.
Dichas
ceremonias han sobrevivido al paso del tiempo y hoy, con un sincretismo religioso,
producto de la conquista y la fe católica, siguen presentes en algunos de los
pueblos originarios que han cambiado los dioses por santos.
Sin
embargo, siguen asociando la cosmovisión de la montaña con lo divino, porque a
través de ella brota el agua necesaria para la vida y el ciclo agrícola de las
comunidades; no es de extrañar que en otomí, por ejemplo, su nombre
“Tastobo”, sea traducido como “montaña blanca”, de tasi, blanco, y tobo,
montaña.
Desde
entonces, como hasta ahora, los habitantes de los pueblos originarios del Valle
de Toluca y sus alrededores siguen observando en el Xinantécatl un lugar lleno
de belleza, digno de ser admirado, pero sobre todo, como un recordatorio del
encuentro del hombre con la naturaleza y la importancia que ésta tiene para
seguir ofreciendo vida.
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