- Ofrece a sus visitantes el ahora Museo y Centro Regional de Cultura “Gonzalo Carrasco” un viaje por siglos XIX y XX.
Reporte/Escarlata
Otumba,
Edoméx.- 20 de abril del 2019- “La
Tienda grande”, propiedad de Don Vicente Carrasco y Doña Anita Espinoza, fue el
icónico inmueble al que a finales del siglo XIX y principios del XX, acudieron
por igual personas de todas las clases sociales, lugareños, vecinos y viajeros,
todos ellos en busca de adquirir víveres y artículos de primera necesidad, pero
también ultramarinos, novedades y productos exclusivos.
Un
selecto grupo de gente también acudía al lugar para visitar a los propietarios,
en lo que en esa época era el paso obligado entre Veracruz y la Ciudad de
México. A partir de 1981, por iniciativa de un grupo de vecinos y con el apoyo
del Gobierno del Estado de México, la tienda ubicada en el edificio también
conocido como “El Portal del Fénix”, en pleno centro de Otumba, abrió
nuevamente sus puertas, ahora como museo.
Por
primera vez en su historia, la casa de la familia Carrasco, ubicada en la
planta alta, fue abierta al público en general, una visita que por muchos años
fue exclusiva para arzobispos, políticos, militares y miembros de la
aristocracia de la región, principalmente durante la segunda mitad del siglo
XIX.
Este
centro de aprovisionamiento de miles de personas de la región de Otumba y su
comarca, en una época en la que la economía de la región estaba sustentada en
la producción y comercialización de pulque, puede ser visitado en pleno siglo
XXI para conocer la historia de esta región, a través de una extraordinaria
recreación museográfica.
El
resultado del trabajo de una familia que logró una bonanza económica a partir
del comercio, no sólo admirando la tienda, también la casa-habitación e
imaginar por un lado la economía local y por otro el glamur con el que vivía
una parte de la sociedad porfiriana.
Un
mostrador de madera de 10 metros de largo, hecho de una sola pieza, continúa
dando la bienvenida al visitante y aunque ahora ningún artículo está a la
venta, el público seguramente sonreirá con nostalgia al reconocer entre las más
de 250 botellas de refresco de distintas épocas, su favorito.
Cigarros,
jabones, medicamentos, velas, botellas de vinos y licores son una
representación de los artículos que antaño se comercializaban en este sitio que
contaba en la planta baja con son su propia fábrica de pastas, refrescos, un
amasijo, peluquería y pulquería.
En
la planta alta se puede pasar –literalmente- hasta la cocina, donde una
majestuosa estufa de leña, fabricada en Alemania es una de las piezas que
destacan y recuerdan el alto poder adquisitivo de los propietarios, en espacios
como las habitaciones con sus cortinas de lino pintadas a mano e importadas de
Europa que confirman la posición económica de la que gozó la familia Carrasco
Espinoza.
También
con cortinas de lino pintadas a mano, el comedor presenta la ambientación de la
época con la peculiaridad de las botellas de vino sobre la mesa, son piezas
originales que reetiquetaba la familia para su venta.
En
una de las alacenas, entre los cientos de botellas de bebidas y medicamentos de
la época, en su mayoría importados, es posible identificar la emblemática
botella de refresco conocida como “de canica”.
La
elegante sala, también con cortinas pintadas a mano, sillones de la época y las
peculiares escupideras, sirven de escenario para exhibir las litografías de
quien da nombre a este museo, Gonzalo Carrasco, quien destacó dentro de la
pintura religiosa de principios del siglo XX, por lo que a manera de homenaje
este espacio administrado por la Secretaría de Cultura del Estado de México,
llevan el nombre de Museo y Centro Regional de Cultura “Gonzalo Carrasco”.
Luego
de una intervención del Gobierno del Estado de México para dar mantenimiento al
edificio, La Tienda Grande de Otumba abre de nuevo sus puertas para deleite de
propios y extraños que de martes a sábado de 10:00 a 18:00 horas y domingos de
10:00 a 15:00 horas, pueden realizar un viaje imaginario al pasado, admirando
piezas y elementos arquitectónicos de los siglos XIX y XX, cuya preservación y
cuidado no se podría entender sin el cariño que tienen los integrantes del
Patronato y el personal del museo, que celosamente resguardan el acervo que
habitualmente se nutre de donaciones.
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