- Representa la llegada de las mariposas monarcas para las comunidades mazahuas mexiquenses el fin del ciclo agrícola y el inicio de la cosecha.
Reporte/Escarlata
Edoméx.- 19 de noviembre del 2018- Desde
tiempos prehispánicos, la llegada de la Mariposa Monarca a los bosques de las
comunidades indígenas, ubicadas en lo que hoy es territorio del Estado de
México y Michoacán, se convirtió en una simbiosis religiosa y cultural que aún
se mantiene viva.
La
llegada de estos insectos a las zonas boscosas de la entidad, en los meses de
octubre y noviembre, luego de recorrer casi 4 mil kilómetros desde los bosques
de Canadá hasta el centro del país, coincidía con el fin del ciclo agrícola de
muchos productos, por lo que su llegada representaba para los indígenas el
momento de cosecha, y por ello en algunas comunidades mazahuas las conocen
como “cosechadoras.”
En
el Estado de México, el grupo mazahua, comunidad indígena a la que pertenecen
los bosques de oyamel en los que cada año llegan estos insectos, las conocen
también como “Xepje” o “hijas del sol”, por el color brillante de sus alas y
porque con el despertar de la Monarca, previo a su regreso a las tierras
canadienses, llegaba también el sol de la primavera.
Para
los mazahuas mexiquenses, la llegada de los primeros grupos de “Xepje” marcaba
también el inicio de la cosecha y era una señal de que el clima sería bueno
para sus siembras, y en los meses de
febrero y marzo, una vez terminado su ciclo reproductivo y que comienzan
su emigración, era la señal propicia para dar paso a la siembra del maíz.
La
llegada de la Mariposa Monarca a estos lugares coincide también con una de las
celebraciones religiosas con mayor arraigo en los pueblos originarios: el Día
de Muertos, por lo que también se asoció su arribo con el regreso de las almas
de los difuntos que viajaban desde muy lejos para reencontrarse con sus
familiares. Las “Xepje” se convirtieron así en las cosechadoras del reencuentro
con los antepasados.
Por
ello, no es raro que en las ofrendas que se colocan en estas comunidades en el
Día de los Fieles Difuntos, algunas personas sigan colocando la figura de una
mariposa monarca como símbolo del regreso de sus antepasados, e incluso en
algunas, den la bienvenida a los primeros grupos de este insecto repicando las
campanas de sus iglesias.
El
nombre de Mariposa Monarca se debe a la publicación de un trabajo de 1874 del
entomólogo y paleontólogo estadounidense Samuel Hubbard Scudder, al considerar
a esta mariposa como una de las más grandes y con mayor presencia territorial,
aunque algunos refieren que también fue bautizada así en honor del rey
Guillermo III de Inglaterra.
Si
bien desde la época prehispánica ya se tiene constancia de su llegada a tierras
mexiquenses, es hasta 1975, cuando Ken Brugger y su esposa Catalina Aguado
encontraron sus sitios de hibernación, lo que significó un gran descubrimiento
que permitió al mundo conocer la maravilla natural que año con año se vive en
estos lugares.
Cabe
mencionar que para los aztecas estos peculiares insectos eran conocidos como
“quetzalpapalotl” o “mariposa sagrada” y fue objeto de su culto, representaban
el alma de niños muertos que regresaban a la tierra, y en las alas de las
mariposas veían una cara humana.
El
nombre náhuatl para designar a la mariposa era "papálotl", y era una
representación del fuego, por ello se
mostraba también como el símbolo para la guerra, además la movilidad de este
insecto los hizo tomarla por símbolo del movimiento del Sol Nahui Ollin, lo que
la convirtió en símbolo de los dioses
del camino, Tlacontontli y Zacatontli.
La
mariposa representaba dentro de la cosmovisión indígena, héroes y personas
importantes que habían muerto, también lo era de las almas que tenían su casa
en el cielo, de los guerreros caídos o muertos en la piedra de los sacrificios,
así como de las mujeres muertas en el parto.
Actualmente,
los sitios de hibernación de éstas han sido incluidos en la Reserva de la
Biosfera de la Mariposa Monarca que tiene una extensión de 56 mil 259 hectáreas
de bosque distribuidos en los municipios de
Temascalcingo, San Felipe del Progreso, Donato Guerra y Villa de Allende
en el Estado de México, así como en Contepec, Senguío, Angangueo, Ocampo,
Zitácuaro y Aporo, en el estado de Michoacán, sitio que en el año 2008 fue
declarado como Patrimonio Natural de la Humanidad por la Organización de las
Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas
en inglés).
0 comentarios:
Publicar un comentario